SINOPSIS:
Marcos vive su aparentemente tranquila vida siendo pastelero en su pueblo natal. Después de la muerte de su abuela heredó el negocio en el que había aprendido un oficio con el que disfrutaba poniendo su granito de azúcar para hacer feliz a la gente.
La esquiva felicidad que tantas veces se le había escapado entre los dedos, con una familia destruida por el alcohol y los maltratos, el fallecimiento de su madre y la huida de su hermano mayor junto al chico del que había estado enamorado desde su adolescencia. Ahora, tomando las riendas de su propia vida, fuera del yugo opresivo de su padre alcohólico y sintiéndose libre por fin, tiene que enfrentarse al hombre del que ha estado siempre enamorado cuando aparece después de tantos años en la puerta de su negocio, y cuestionarse si es amor o solo un capricho lo que siente por él.
¿Por qué ha vuelto Daniel Román al pueblo? Marcos no está seguro de sus intenciones, pero de lo que está seguro es de que no le está contando toda la verdad.
La llegada de Daniel Román al pueblo agita un avispero que pone en el punto de mira a Marcos. Su padre no está contento con el visitante y el hombre tiene mucho que esconder. Mucho más de lo que piensa Marcos.
Daniel y Marcos tendrán que poner en orden sus vidas si quieren volver a ser felices, aunque eso implique vivir esas vidas por separado.
PROTAGONISTAS:
Marcos Cubero
Daniel Román
SECUNDARIOS:
Javier Cubero
Francisco Cubero
Natalia
Virginia Gavela
FRAGMENTO:
PROTAGONISTAS:
Marcos Cubero
Daniel Román
SECUNDARIOS:
Javier Cubero
Francisco Cubero
Natalia
Virginia Gavela
FRAGMENTO:
Marcos comprendió las precauciones que tomó su hermano con
respecto a su sexualidad y por qué lo mantuvo en secreto. Aun siendo muy
pequeño él mismo se había dado cuenta que el hecho de que te gustaran los
chicos siendo un chico no era algo que se debiera contar así, sin más. Él mismo
había utilizado la palabra maricón para insultar a alguno de sus amigos cuando
alguno de ellos no se atrevía a hacer algo, o era el último en una carrera o
cualquier otra tontería que estuvieran haciendo. Ser un maricón era muy malo, y
aunque aún no era consciente realmente del por qué, cuando creció y se dio
cuenta de que a los que realmente miraba y le gustaban eran los chicos, supo
que no era algo que pudiera contar a cualquiera. La prudencia y la discreción
eran unos buenos aliados.
Aunque en ese pueblo y con la edad de Marcos poco podía
hacer con sus gustos extravagantes en
materia de amor. Durante mucho tiempo pensó, ingenuamente, que él era el único
chico en todo el pueblo con esas inclinaciones. El día que descubrió a su
hermano mayor besándose con otro chico, se le abrió el cielo, en muchos
sentidos. Ya no estaba solo, no se sentía tan raro y por fin tendría a alguien
con quien hablar, aunque ese alguien pasara olímpicamente de él durante mucho
tiempo y solo de vez en cuando le gastara alguna que otra broma que no servía
de mucho, la verdad, para disipar sus dudas sobre el asunto.
Pero entonces las cosas cambiaron. Cuando Marcos tenía
catorce años se matriculó en la escuela el único hijo del nuevo director del
banco. Daniel tenía la misma edad que su hermano e iban al mismo curso. Los
dos se hicieron amigos enseguida y lo mejor de todo fue que a él le incluían de
vez en cuando en su grupo de amistades. Daniel le trataba exactamente como le
trataba su hermano Javier, o sea, como un hermano pequeño tocapelotas. Solo que
Daniel era algo más tolerante con él que Javier. Quizás por eso Marcos empezó a
fijarse más en el nuevo mejor amigo de Javier. Daniel era moreno, muy guapo y
alto. No era desgarbado como alguno de los otros chicos, le gustaba juagar al
futbol y hacer deporte, por eso era muy activo y había hecho amistad enseguida
con todos.
Marcos empezó a beber los vientos por él y ni siquiera se
dio cuenta de cuando pasó.
El día que Daniel se enteró que Marcos era gay resultó
también uno de los más vergonzosos para él. Los tres habían ido a la casa de
Daniel para ayudar a su madre a arrancar las malas hierbas del patio trasero.
Había sido un día caluroso y los tres estaban sudados y llenos de polvo y
suciedad. La madre de Daniel les invitó a pasar dentro y les obligó a tomar una
ducha. Los tres se turnaron para limpiarse en el baño de invitados, la madre de
Daniel no quería que pusieran el baño principal hecho un cristo. Mientras
Javier se terminaba de duchar Marcos se estaba vistiendo con algo de ropa
prestada, aunque era algo más grande de su talla no le quedaba muy mal. Estaba
sentado encima de la cama con los calzoncillos puestos e intentando ponerse los
pantalones cuando Daniel entró a la habitación con una toalla atada a la
cintura y el pelo y el torso húmedos.
Marcos se quedó literalmente con la boca abierta.
No era que nunca hubiera visto a Daniel semidesnudo, los
veranos en la piscina eran especialmente memorables para Marcos. Pero estar a
solas con él, semidesnudos en un dormitorio, disparó por completo la
imaginación de Marcos y le puso en un aprieto difícil de disimular. Allí
sentado, viendo como Daniel se secaba el cuerpo con una toalla justo delante de
él, estaba en la gloria. Si hubiera sido por él ese momento no tendría por qué
haber acabado nunca. Estaba tan distraído con la mente perdida en sus fantasías
que no se había dado cuenta de que Daniel le estaba mirando y tenía una sonrisa
burlona en los labios.
—¿Qué te pasa hermano pequeño? —dijo Daniel, que se colocó
junto a él mirándolo de arriba abajo.
—Nada. ¿Por qué? —contestó Marcos con recelo. ¿Se le habría
notado en la cara lo que estaba pensando?
—Tienes la cara roja —Daniel sonrió señalando con un gesto
la cara enrojecida de Marcos.
—¿Y qué? No me pasa nada —contestó Marcos algo arisco.
—¿Y esto, tampoco es nada? —Daniel se inclinó lo suficiente
como para llegar a rozar con su dedo el sexo erguido de Marcos, que se
delineaba debajo de su calzoncillo. El chico reaccionó dando un manotazo a los
dedos intrusos de Daniel. El bochorno cubrió todo su cuerpo de un tono rojizo
brillante. Aunque Marcos acostumbraba a pasar el rato con su hermano y los
amigos de éste, él era muy consciente que casi todos le toleraban porque era el
hermano pequeño de Javier, y Daniel le trataba como tal. Entre ellos no había
charlas de amigos, tontas o serias. No había confidencias y casi nunca estaban
solos ya que aparentemente lo único que tenían en común era a Javier. Que el
mejor amigo de su hermano, que era el objeto de sus deseos desde hacía algún
tiempo, se burlara de él, podía ser algo horrible. Y quedar en ridículo de esa
manera estaba haciendo añicos el ego de Marcos.
Cuando Marcos golpeó la mano curiosa Daniel la retiró
inmediatamente y miró a los ojos a Marcos. Estaba sonriendo, con algo de
condescendencia en la mirada, y Marcos no sabía si tomárselo a bien o a mal.
—Tranquilo, hermanito. No pasa nada, solo es una reacción.
—Estoy tranquilo, y ya sé que no pasa nada —Marcos estaba
empezando a molestarse en serio con Daniel. Que le llamara hermanito cómo
burlándose de él no estaba ayudando mucho.
—Ya. Como quieras. Pero si te pones un poco más rojo vas a
explotar —Daniel le guiñó un ojo a Marcos sin despegar la sonrisa de su boca.
—¿Qué pasa aquí tíos? —Javier entró al cuarto de la misma
forma que Daniel, empapado y con una toalla atada a la cintura—. ¿Todavía
estáis así?
Al entrar su hermano, Marcos había intentado cubrir su
erección con las manos, que ni con las pullas de Daniel había disminuido.
—Sí. Es que tu hermano está teniendo problemas con sus
calzoncillos.
Entonces los dos chicos se quedaron mirando el regazo de
Marcos, y como respuesta se puso aún más rojo, y su enfado aumentó unos grados.
Ya era malo lidiar con esos dos de uno en uno, hacerlo con los dos juntos era
imposible.
—¿Qué dices? ¿A ver? —bromeó Javier.
Javier hizo el amago de intentar apartarle las manos del
regazo mientras él y Daniel se reían por las maniobras de evasión que intentaba
Marcos.
—¡Dejarme ya, pesados! Ni que a vosotros no se os hubiera
empalmado nuca.
—También se nos ha empalmado. Pero es muy divertido meterse
contigo —dijo Javier.
—Te sonrojas muy fácilmente —Daniel se sentó en la otra cama
individual enfrente de la que estaba sentado Marcos, que estaba intentando
esquivar los pellizcos de su hermano mayor.
—Ja, ja. Me parto de risa —su hermano y Daniel le estaban
haciendo pasar un mal rato, pero Marcos pensó que ya se lo cobraría en otra
ocasión. Cuando menos se lo esperaran.
—De cualquier manera ¿Qué le has hecho a éste para que se
ponga así?
—No lo sé. Creo que nada.
Daniel le guiñó un ojo a Javier y se encogió de hombros, sus
labios temblaban como si estuviera intentado mantener la risa.
—Pues más te vale, perro cachondo. Él es demasiado pequeño
para ti.
Javier se sentó al lado de Daniel en la cama y le pasó el
brazo por encima del hombro para hacer una presa y achucharle sujetándolo por
el cuello. Los dos empezaron a reírse entre protestas, haciéndose bromas y
Marcos quedó en segundo plano. Cómo si nunca hubiera existido para ellos.
Marcos terminó de vestirse rápidamente y ese día se dio cuenta que, de verdad,
él estaba en otra liga. Nada podía hacer con respecto a su enamoramiento,
prácticamente no existía para Daniel, y sobre todo, él y Javier parecían tener
algo especial, más allá de la amistad, que era demasiado difícil de entender
para Marcos.
HolaaRoni!! miles de gracias por estos fragmentos que ns compartes!!!! besos! me encantooo!!!
ResponderEliminarHola Roni! Me encantó, tan tierno Marcos ya siento que lo amo. Gracias por seguir compartiendo. Un beso enorme.
ResponderEliminarHola Roni, para cuando a la venta, estoy deseando leerlo entero.
ResponderEliminarBesos
Hola Fran, pues estoy barajando fechas porque agosto no es un buen mes para estrenar, pero seguramente será a finales de este mes. Gracias por preguntar, ya avisaré por aquí cuando esté listo ;)
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